¿Cuánta verdad se necesita para vivir?

Decimos que basamos nuestra vida en certezas, pretendemos aferrarnos a la realidad del día a día. Nos enfadamos cuando nos mienten deliberadamente, nos ofendemos constantemente por este motivo, pero ¿realmente es así?

Vivimos en un entorno virtual, donde no existe una línea clara entre lo real y lo irreal. Ya la Verdad ha dejado de tener cabida y le ha cedido, casi todo su espacio al Parecer. Si, por ejemplo, yo sólo manejo miedos, pero actúo (y parezco) una persona segura de sí misma, si muestro esa imagen en redes sociales, ¿hasta qué punto soy una cosa u otra? ¿Dónde está la Verdad, en lo que soy o en lo que parezco?

Llenamos nuestras vidas de vacíos, porque ese parecer no es más que una Nada muy grande que cada vez ocupa más espacio. Y esto, todos lo sabemos, no puede salir bien.

Necesitamos un suelo, un fundamento, para no vivir como malabaristas a punto de caer al vacío. Claro que a nadie nos gusta mostrar nuestras miserias, nuestros miedos o nuestras debilidades, pero eso sólo ocurre porque creemos que es algo que te hace mal frente a los ojos de los demás. Lo que nos toca aprender, y no es una tarea fácil en los tiempos que corren, es que, en esas debilidades, está toda nuestra Verdad. La vida no es una existencia de escaparate.

Somos seres problemáticos, que habitamos la angustia constante, y eso no es malo; es la única forma de hallar la estabilidad y ser conscientes de lo efímero que es todo en nuestra vida, nos guste o no. Estar triste no es algo que nos guste a ninguno, pero es tremendamente necesario.

Si nos planteamos nuestras vidas en el Parecer del que hablaba antes, terminaremos por no saber ni quienes somos. No se me ocurre nada peor que mirarme al espejo y no reconocerme. Es uno de mis mayores miedos.

Asimilar quiénes somos no es sencillo ni suele ser agradable. En ese proceso vemos cosas que no nos gustan, tenemos que aceptar que no somos tal y como los demás nos ven, pero es que ahí reside nuestra autenticidad. Alimentar, de manera errónea y a sabiendas, cómo quieres que te vean los demás y engañándote a ti mismo/a, es algo contraproducente. Y es que es imposible mantener una mentira en el tiempo. Llegará un momento en el que vas a flaquear, como ser humano que eres, y, entonces, ahí estará la estúpida memoria de las redes sociales que te escupirá a la cara la mentira que has pretendido mantener. Y esto pasará cuando, ni siquiera tú, sabrás quién eres o cómo eres.

No hace falta una vida perfecta a través de Instagram, lleno de fotos de viajes espectaculares, puestas de sol únicas o reflejos en los cristales de gimnasios o tiendas de moda. Suele ser mucho más sencillo. Simplemente vale con reconocerte en el espejo cada mañana y dejar que los demás tomen sus propias decisiones.

No somos especiales por ser quienes somos, sólo somos uno/a más (como decía la canción «Sólo somos uno más entre todos los peatones de la Tierra), y está bien que así sea.

P.D.: Si puedes, quema esos libros de autoayuda que te vendieron el paraíso del éxito convirtiéndote en algo que no eres. Y tira la taza que te dice que eres único/a, por suerte, no lo eres.

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